Pedro Páramo

"Sobre los campos del valle de Comala está cayendo la lluvia. Una lluvia menuda, extraña para estas tierras que sólo saben de aguaceros. Es domingo. De Apango han bajado los indios con sus rosarios de manzanillas, su romero, sus manojos de tomillo. No han traído ocote porque el ocote está mojado, y ni tierra de encino porque también está mojada por el mucho llover. Tienden sus yerbas en el suelo, bajo los arcos del portal, y esperan.
La lluvia sigue cayendo sobre los charcos.
Entre los surcos, donde está naciendo el maíz, corre el agua en ríos. Los hombres no han venido hoy al mercado, ocupados en romper los surcos para que el agua busque nuevos cauces y no arrastre la milpa tierna. Andan en grupos, navegando, en la tierra anegada, bajo la lluvia, quebrando con sus palas los blandos terrones, ligando con sus manos la milpa y tratando de protegerla para que crezca sin trabajo.
Los indios esperan. Sienten que es un mal día. Quizá por eso tiemblan debajo de sus mojados «gabanes» de paja; no de frío, sino de temor. Y miran la lluvia desmenuzada y al cielo que no suelta sus nubes.
Nadie viene. El pueblo parece estar solo. La mujer les encargó un poco de hilo de remiendo y algo de azúcar, y de ser posible y de haber, un cedazo para colar el atole. El «gabán» se les hace pesado de humedad conforme se acerca el mediodía. Platican, se cuentan chistes y sueltan la risa. Las manzanillas brillan salpicadas por el rocío. Piensan:
«Si al menos hubiéramos traído tantito pulque, no importaría; pero el cogollo de los magueyes está hecho un mar de agua. En fin, qué se le va a hacer».
Justina Díaz, cubierta con paraguas, venía por la calle derecha que viene de la Media Luna, rodeando los chorros que borbotaban sobre las banquetas. Hizo la señal de la cruz y se persignó al pasar por la puerta de la iglesia mayor. Entró en el portal. Los indios voltearon a verla. Vio la mirada de todos como si la escudriñaran. Se detuvo en el primer puesto, compró diez centavos de hojas de romero, y regresó, seguida por las miradas en hilera de aquel montón de indios.
«Lo caro que está todo en este tiempo —dijo, al tomar de nuevo el camino hacia la Media Luna—. Este triste ramito de romero por diez centavos. No alcanzará ni siquiera para dar olor».
Los indios levantaron sus puestos al oscurecer. Entraron en la lluvia con sus pesados tercios a la espalda; pasaron por la iglesia para rezarle a la Virgen, dejándole un manojo de tomillo de limosna. Luego enderezaron hacia Apango, de donde habían venido. «Ahí será otro día», dijeron. Y por el camino iban contándose chistes y soltando la risa."

tEXTO: Pedro Paramo - Juan Rulfo

La tigresa de Champawat

"Mientras descendíamos por el curso del rio juzgue que no conocía mayor peligro que caminar delante de un hombre nervioso armado con un fusil cargado; pero cambie de opinión cuando al caminar detrás de él se resbaló y cayó y vi hacia donde apuntaba la boca de su arma. Desde ese día  - excepto cuando me acompañó Ibbotson -, me propuse firmemente ir solo a cazar animales cebados, porque si el compañero esta desarmado es difícil protegerlo, y si está armado resulta aún más difícil protegerse a uno mismo."
tEXTO: Las fieras cebadas de Kumaon - Jim Corbett

Mímesis

Estaba en un montículo, se movió un instante. Parecía una piedra pero no era una piedra.
Las nubes eran grises, con las barrigas hinchadas dispuestas a descargar en cualquier momento. Las ramas de los árboles eran sacudidas por el viento. Una fina lluvia empezó a caer.
No era una piedra, no señor. Se movió un instante, subió por la pendiente con parsimonia, se resguardó debajo del árbol.
La lluvia fina se convirtió en un telón de agua, apenas se podía conducir. La música sonaba alto, el repiquetear de las gotas sobre el cristal también.
Fue un solo instante que yo lo vi. No era una piedra pero cualquiera diría que sí.
Inanimado, junto al tronco, se fundió con el paisaje de nuevo hasta que desapareció en la lejanía.

FIN


TEXTO :D

Hoy

l problema, o no, de relativizar los problemas. Todo depende de hacia dónde relativices, de lo particular a lo global, o viceversa.

1. ¿Qué me pongo hoy?

2. Primera hora de la mañana. De camino a un juicio. En un semáforo en rojo un cani te reta a una carrera de motos. Él pone las reglas, no pasar de tercera marcha y dar una ventaja de varios metros. Acepto las reglas. El semáforo pasa a verde y el cani sale lanzado. Yo casualmente tenía que aparcar ya justo a 5 metros del semáforo. Probablemente él no olvide el día que su Vespino trucado le gano a una moto gorda.

3. Dos horas esperando a que se presenten al juicio. Viendo pasar montones de personas con problemas, algunas esposadas, muchas muy humildes, otras muy trajeadas. Oyendo mientras los problemas de la persona a la que acompañaba como testigo. Un fax detiene la espera. Es el hermano de A.P.G., también abogado, que tiene precisamente una cita con el medico en ese momento. Es decir, te jodes y te pospongo el juicio. Cuatro semanas más de incertidumbre.

4. Los temas laborales se mezclan con los políticos. Gente despedida. Gente suspendida. Gente de baja. Gente que quiere salir. Gente que se quiere quedar. Gente rendida. Gente que critica. Gente que te ignora. Gente que engaña. Gente interesada. Gente insolidaria con la gente. Gente individualista. Problemas de gente.

5. ¿De qué me preocupo tanto con la que está cayendo a mi alrededor? Violencia gratuita, guerra intencionada, peleas por el exceso de poder, sometimiento compartido, violaciones justificadas, feminismo aún lejos de ser comprendido, refugiados sin refugio, falsa calidad de vida blindada y elitista, política oportunista, machismo casi genético, críticas al sistema pero inmovilismo o burla al que se mueve, explotación a toda costa, políticas miopes...

6. Si, mejor empiezo por ponerme esta, la camisa roja y ya está.

tEXTO: Texto cedido por OC. Con su consentimiento publicamos en estas páginas.

Recuerdos del edén

Tenía la vista puesta en la lejanía, donde está el molino al borde del camino en la inmensa llanura.
Observa con sigilo el vuelo de un cuervo que aletea sobre una valla de alambre en un campo sembrado de algodón que tímidamente empieza a abrirse.
Y en el trajín de la mañana los hombres recolectan sin descanso y las mujeres tejen.
Según cae el día los valles se oscurecen y dan paso a la noche. Una noche ventosa, fría, cerrada. La luna ilumina el camino de piedra.
En el porche de una casa de madera una anciana dormita. Sueña que las estrellas y las constelaciones le sonríen. Y es así como se suceden mis días.

FIN

tEXTO: d

Crónicas de Baech

oloqué la camisa sobre la silla. Fuera, en la calle, harían unos 42 grados a la sombra. Encendí el aparato del aire y puse una brisa suave. Pero antes me había reunido con él. Tenía las persianas bajadas y veía en la penumbra un programa en el que concursan jóvenes talento. Fue un encuentro breve pero distendido.  Preguntó que como me iba el trabajo. Dije que bien. Conté mis planes de vacaciones de este año. Me despedí dando dos besos y salí de la casa.
Mi madre me recibió con los brazos abiertos ya que hacía unos días que no nos veíamos. Yo ahora vivo fuera así que pasa algún tiempo antes de vernos. Sobre la mesa un cocido que me supo a gloria y la pringá. Entré en la que ha sido mi habitación durante tantísimo tiempo. Esta esa lámpara sobrecargada de detalles que tiene como unos tulipanes alrededor y esa fotografía en la que sale una Marilyn jovencísima junto a un retrato de Muhammad Ali en el Convention Hall de Miami Beach. El suelo de madera es nuevo y también las ventanas pero el ambiente es retro. Me acosté con la intención de dormir un poco pero no podía. Le daba más y más vueltas a mi situación actual.
Cuando salí al portal vi todos aquellos edificios del barrio. Los naranjos en los arriates dispuestos en hileras, las palmeras altas como un edificio y la morera. Está la fábrica de artillería con su extractor de cuatro aspas girando sin detenerse desde mucho antes de que llegáramos a Sevilla y  la carretera que era por donde iban las antiguas vías del ferrocarril. Al fondo el puente de San Bernardo y debajo el parque de bomberos.
Subí al coche y jalé las marchas; no sin antes echar una última mirada al enorme edificio de ladrillo rojizo. En la fachada había muchas casas cerradas con el cartel de: se vende.

Fin

tEXTO: D

Cuando huyen los recuerdos

ara quien quiera saber lo que allí había les diré que la yuca y la patata crecían sin necesidad de labranza y en algunos montículos crecía a su voluntad la mata del frijol.
Según se descendía hacia el valle había un rio que aprovisionaba de pescado. En una noche de luna llena, ataviados con redes de pescar se podían llenar varios cestos. Como he dicho alguna vez ya, la tierra rojiza y el olor de algunas plantas me han dejado una profunda impresión. Mi nariz, que es bastante inquisitiva, a veces cree oler lo que no se puede oler y me llena de profunda nostalgia el percatarme de que ese olor no es más que una ilusión que el cerebro interpreta de un lugar tan alejado en el tiempo y la distancia.
El llano es tierra de ganado, había gran variedad de astados, siempre me dieron miedo los cercados y esos bichos de cerca de quinientos kilos cuando pasan a tu lado. Acechar escondido caballos bravíos no es tarea fácil. Los potrillos dan brincos y cocean y los adultos a la carrera resultan inalcanzables.
Cuando uno no tiene ropa que pueda mojarse no le importa la lluvia.  Y cuando uno no tiene propiedad que adeude puede construir una choza con madera y adobe allí donde uno quiera. Puede comer de la mata de la fresa que crece salvaje y ser el hombre más feliz del mundo con un poco de pescado.
Quiero volver al lugar para  el que no existe camino. Es una fotografía que ha ido perdiendo detalles según pasaba el tiempo. Se desciende hasta él a través de unas pasarelas de madera que están ancladas a la pared de una montaña. Es un poblado de casas construidas sobre pilotes. Al fondo hay una caída de agua y a lo largo de las casas discurre un rio. No sé por qué existe un lugar así en mi imaginación pero a veces me despierto de esa visión y siento que me llama. No dice mi nombre pero a veces siento que el tiempo de las respuestas está mucho más acerca.

FIN

tEXTO :D

Logros y desvaríos

Dos arañas tejían una tela sobre el cabecero de mi cama, entre ellas cuchicheaban y se decían:

Larga es la noche del cautiverio
Cárcel de paredes blancas
Se consume como el fuego
Más, se agotan los días

Me despertó un grito que provenía de mis sueños, entre diez mil ruidos, las luces de la ciudad se filtraban formando un mosaico de diminutas teselas en la pared. Sobre mi cabeza las vi tejiendo. Reían mientras deshacían un ovillo.
Sí, es cierto lo que decían, se me agotan los días,  pero; ¿qué es eso en una vida de desaciertos y desvaríos?, ¿Y quién estaba en condiciones de ser mi juez y mi verdugo aún en vida? Me confió, como el resto de mortales, a la moral de mi dios.

El cabecero tiene un crucifijo de madera  que se descuelga por uno de los lados de la cama, y su finalidad es custodiar la vigilia. Como no descanso bien, soy a veces un sonámbulo: con frecuencia me duelen las sienes y tengo calambres en los dedos después de ocho horas de trabajo;  y a veces los sueños me juegan malas pasadas. A pesar de todo, busco la redención de mis actos. Ofrezco la mejor versión de mí cuando lo logro, a menudo eso no va a ningún lado, a priori no se ven resultados, como lanzar semillas sobre la roca, pero que importaba: yo sabía que estaba en el foco.

Al amanecer se habían marchado, ni huella había de ellas. Temo que vuelvan algún día, porque eran grandes como globos y feas como un demonio, cuando abrí los ojos las vi descolgándose del techo muy cerca de mi cara. El grito de la noche me despertó. Las vi ahí estaba seguro, quise encontrarlas, creo que se han marchado, no sé si volverán, pero temo encontrarlas.


Fin

tEXTO: d

Siete dias

Me gusta la flor que asoma desde mi maceta en la ventana. A primeras horas de la mañana recibe un baño de sol. Temía que se marchitara y, a pesar de las condiciones del clima, ha sobrevivido al riguroso invierno y a los infortunios. Hubo una semana en la que apenas se vio el sol en el cielo. Casi siete días en los que no paró de llover…

Pero sigue ahí, a veces mecida por el viento, como venida de un lugar extraño muy distante en el tiempo. Su forma evoca las altas mesetas del sur y aquellas delicadas flores azulonas con cualidades curativas que nacían únicamente en los riscos escarpados de las montañas. Con ellas en la mano, más de uno que las atrapó, perdió incluso la vida. Y en los caminos que ascendían hacia el pueblo, sobre riscos de mil pies, era costumbre señalar el lugar en el que se sesgaba una vida con ramas entrecruzadas formando una cruz...

Ahora que lo recuerdo parece el destino querer burlarse de mí. Porque yo siempre he sufrido de vértigo y a menudo me despertaba entre sudores soñando que la tierra desaparecía bajo mis pies.  Fue un tema muy recurrente hasta cumplir los 11 años.

La planta de las flores en mi ventana la compre muy cerca de lo que ahora es mi casa. La chica que me las vendió dijo que me darían suerte y por eso las compré. Necesitaba la fortuna de un amuleto y recordar una vez más el sendero de los riscos, la flor que brotaba de mi mano, el susurro del abismo y  mis pies sobre la piedra nunca se sintieron tan seguros.

FIN

tEXTO: D

La guarida del lobo

Brizna que lleva el viento
agua que no se deja coger
riega todos los campos
y en mi sueño tengo sed

Este año no divisé golondrinas
porque aquí no tienen donde anidar
Necesitan la casa de mi madre
para poder volver.

Edificios sin balcones,
rojos, verdes y también azules
sin salamanquesas, sin azoteas
puros, lisos, esbeltos, es verdad:
¡como cajas de cerillas apiladas!

Lo echaba de menos
la soledad del lobo
en su guarida de invierno
oigo el viento ulular

Se me erizan los pelos del hocico
cuando estalla un trueno
Oigo los aleteos del búho
y el chillido lastimero de un roedor.

Sueño y me despierto a ratos.

Me gusta la lluvia,
su repiqueteo sobre las hojas
a otros no.
Nunca caminaron descalzos
en la tierra roja ni bebieron
en la fuente que solo yo se
donde está.

Una vez vi una serpiente
de piel verde esmeralda
salió del agua y se escabulló
entre los pastos

Y en el espejo, al agacharme a beber,
se forman ondas que avanzan
hacia los bordes
y descubro complacido
entre las rocas los ojos saltones
de un sapo observándome.

FIN

tEXTO: d

¿Qué es una vaca?



Ejercicio de redacción escrito por un niño y que se conserva en El Museo Pedagógico de Paris. El tema propuesto era describir un mamífero o un ave.

l pájaro del que voy a hablar es el búho. El búho no ve de día y de noche es más ciego que un topo. No sé gran cosa del búho, así que continuaré con otro animal que voy a elegir: la vaca.
La vaca es un mamífero. Tiene seis lados: el de la derecha, el de la izquierda, el de arriba, el de abajo. El de la parte de atrás tiene un rabo, del que cuelga una brocha. Con esta brocha se espanta las moscas, para que no caigan en la leche. La cabeza sirve para que le salgan los cuernos, y además, porque la boca tiene que estar en alguna parte. Los cuernos son para combatir con ellos. Por la parte de abajo tiene la leche. Está equipada para que se le pueda ordeñar. Cuando se le ordeña, la leche viene y ya no para nunca. ¿Cómo se las arregla la vaca? Nunca he podido comprenderlo, pero cada vez sale con más abundancia. El marido de la vaca es el buey. El buey no es mamífero. La vaca no come mucho, pero lo que come lo come dos veces, así que ya tiene bastante.
Cuando tiene hambre muge, y cuando no dice nada, es que ya está llena de hierba por dentro. Las patas le llegan hasta el suelo. Las vacas tienen un olfato muy desarrollado, por lo que se le puede oler desde muy lejos.
Por eso es por lo que el aire del campo es tan puro.

FIN

Invierno

Volvieron los despertares a media noche, los sobresaltos, las pesadillas, El Krampus queriendo adueñarse de mi alma, mi pobre alma,  las madrugadas en las que imaginaba luces y pasos detrás de la puerta...
El edificio de magníficas proporciones se erigía en siete plantas y tenía suficiente espacio sombreado, ascendía por unas escaleras de muros acristalados hasta la última planta. En la entrada de la puerta B del séptimo piso había grabado unas letras en oro que formaban la frase  "CAVE CANEM”. Era un piso luminoso y amplio, la cocina se alargaba en forma de L y las habitaciones eran espaciosas. Me encontraba a las afueras de la ciudad sobre un terreno en plena expansión, lo inundaban bares en cada esquina y poco a poco fui adaptándome a la nueva situación. Todo me parecía lleno de vida y particularmente atrayente, con calles inmensas por las que circular, carriles bicis recién terminados, farmacias, librerías, ferreterías y talleres de coches ocupaban cada trozo de calle. Los árboles crecían grandes y frondosos, había un parque cercano con huertos y molinillos de viento, lagos y caminitos de tierra que serpenteaban y se perdían entre los árboles. Me gustaba en particular esa enorme planicie verde porque me hacía recordar viejos tiempos, parecía el final de la ciudad y luego yano había edificios más, solo tierra, montículos, llanura y nubes ambulantes.
 Había aprendido a convivir conmigo mismo, pasaba las horas limpiando y perfeccionando las dotes culinarias y sin mucha fortuna tachando los días de los meses en el calendario. Se me acumulaban las deudas, el dinero se escapaba sin haber tocado el bolsillo. No viajaba ni salía de mi rutina, siempre lo mismo. El amanecer, la mañana, la tarde y la noche eran una cárcel para mis sentidos…
También mi situación laboral había cambiado, como una semilla voladora, había planeado un tiempo sobre el suelo hasta depositarme y luego fui arrastrado por una corriente de lluvia y sepultado por el lodo. No me gustaba esta situación, había tenido que empezar de nuevo, como desde cero. De cualquier manera tenía que sentirme un afortunado y yo lo comprendía como un mal menor. Había escapado de un mal fin, y este era como poco un logro que había conseguido con mi trabajo y con la protección de mi ángel, y de nadie más, así que me sentía afortunado y en paz.
Y así voy terminando este episodio, que comprende un periodo de unos seis meses. Me cuesta dejar gente detrás, ya lo hice antes y lo volveré a hacer cuando el destino así lo exija. No obstante algunas personas se han convertido en imprescindibles y después de todos ya no soy tan desalmado como he sido con anterioridad. Vendrán siempre conmigo allí donde vaya, pase lo que pase, llueva o escampe.  Al fin y al cabo El Krampus de la mitología no se ha llevado mi alma y he sobrevivido, y aunque sigo pensando en el resplandor de debajo de la puerta y a veces hasta intuyo pasos y oigo ruidos extraños, el espanto y el desasosiego  se mantienen a raya detrás de ese cartel que pone “CAVE CANEM”.

FIN

tEXTO :D

Sueños y logros

Duermo como un señor o como un ogro.
Mis sueños son dulces; como mis zapatos rotos, las formas de las nubes cuentan historias.
La del hombre bueno y la del espantapájaros que sonreía a la luna.
Miserable es el hombre que vive sin amigos. Como la antorcha se apaga bajo la lluvia.
Finales de enero y por fin nieva. La llama prende y la madera crepita en lo profundo de la cabaña.


Fin

tEXTO :D